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En una publicación anterior “Cuando el castigo es el reforzador”, estuvimos hablando sobre la importancia de conocer la función de las conductas inadecuadas de los niños, así que esta vez hablaremos precisamente a qué nos referimos con función y sobre los diferentes tipos de funciones que pueden tener las conductas inadecuadas de los peques.

Es muy frecuente ante las conductas inadecuadas de los niños buscar las causas y el origen de dichas conductas, restándole importancia a las consecuencias que recibe cada vez que se presenta la conducta inadecuada y que las mantienen a largo plazo.

Desde la metodología ABA nos enfocamos principalmente en determinar la función de las conductas, es decir, valorar el propósito, las consecuencias que reciben los niños después de emitir sus conductas, las cuales pueden o bien aumentar la probabilidad de que se repitan o por el contrario que no se presente esa conducta que tanto  deseamos.

Algunas conductas disruptivas como las rabietas, el llanto, la agresividad, gritos, entre otras; aun cuando a largo plazo traen consecuencias negativas tanto para el niño como para su familia, en un primer momento traerán consecuencias positivas y ese beneficio inmediato que recibe el niño cada vez que se comporta de determinada manera es lo que nos permitirá conocer cuál es la función de dichas conductas.

Hace algunos meses llegó “Pablo” a consulta, quien presentaba conductas de desobediencia, escupir, golpear, gritar, etc., tanto en la casa como en el cole y que en un principio también se presentaban en la sesión con sus terapeutas. Después de evaluar, se determinó que su conducta tenía como función por un lado, evitar o huir de cualquier tarea que implicara un esfuerzo sostenido y por otro lado consecuencias gratificantes tanto sociales como tangibles, como era recibir la atención de sus figuras de referencia y premios como la tablet o la tele; los padres y docentes tenían la costumbre de dirigir su atención ante estas conductas “Pablo eso no está bien” “¿Qué estás haciendo?”, muchas veces dejaban de hacer lo que estuviesen haciendo para complacer las demandas o intentar controlar las conductas de “Pablo”.

Tal como vemos en el caso de “Pablo” una misma conducta puede tener diferentes funciones. Existen diferentes tipos de funciones en las conductas, en principio encontramos la que conocemos como reforzamiento positivo, donde las consecuencias pueden ser beneficiosas tanto de forma extrínseca como intrínseca. Entre los refuerzos extrínsecos encontramos los tangibles como pueden ser algún juguete, chuche u otros objetos que resulten gratificantes para cada niño y por otro lado el refuerzo social como la atención o el cuidado por parte de los padres o maestros como ocurría en el caso de Pablo. En el caso de los intrínsecos, se encuentra cualquier tipo de estimulación sensorial como ocurre en algunos niños con autismo cuando se balancean.

Otro tipo de función es la de reforzamiento negativo, donde el niño presenta conductas de evitación o huida ante una situación que resulte desagradable, como por ejemplo en el caso de Pablo, quien mostraba conductas disruptivas como escupir, golpear, insultar a los adultos, cuando estos le pedían que organizara sus juguetes o en el cole cuando se le pedía que hiciera una tarea que requería un esfuerzo por su parte.

Es importante para generar cambios en la conducta de un niño, en principio realizar una evaluación conductual detallada de las conductas inadecuadas que se presentan en cada caso a través de un análisis funcional de dichas conductas.

Como profesionales debemos concentrarnos entonces en dicha función que cumplen las conductas inadecuadas que éste presenta, lo que nos permitirá intervenir sobre dicha función y va a orientar los objetivos de trabajo, los cuales pretenden sustituir las conductas inadecuadas por conductas alternativas que le permitan al niño acceder a consecuencias gratificantes de forma adecuada.

Mª Daniela Guglielmin.

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