CÓMO ASUMIR EL DIAGNÓSTICO DE MI HIJO

A menudo nos encontramos con padres y madres que acaban de recibir un posible diagnóstico de su hijo y vienen sin saber qué hacer ni por dónde empezar.

Al principio es un shock, puesto que todas nuestras ideas que teníamos de cómo sería nuestro hijo, a qué se dedicaría, cuántos hijos tendría, si se casaría se caen de repente. Al final pasamos por un duelo de esa idealización de nuestro hijo y de su desarrollo típico.

Pasamos por la etapa de negación, y pensamos: no puede ser, se han equivocado, ese día mi hijo había dormido mal, no estaba atento… Puede durar días o semanas.

Después viene la etapa de la ira, en esta etapa es muy común hacernos reproches y preguntarnos si hicimos algo mal, si es nuestra culpa, quizás es por ese día que se cayó y yo no pude sujetarle, o igual que durante el embarazo estuve nerviosa, es normal pasar por todo ello, pero tampoco te mortifiques, no tiene nada que ver con todas esas cosas por la que te has cabreado contigo mismo porque quizás tuvieron que ver. Estos reproches o sentimientos de ira aparecen ante la frustración de ver algo que es irreversible, también podemos llegar a proyectar esa rabia en las personas más cercanas.

La tercera etapa es la negociación, que es en la que fantaseamos con qué ocurriría si no tuviese ese diagnóstico y pensamos en estrategias que podrían cambiar esa decisión.

La cuarta es la depresión, esa sensación de vacío que nos inunda por dentro y que no nos deja pensar, que solo nos sentimos mal y tristes y no nos deja ver más allá.

La última es la aceptación, es dónde piensas más claro y te preguntas qué hacer a dónde llevar a tu hijo, qué será lo mejor para él, cómo poder trabajar todas sus dificultades.

La parte más difícil desde luego es afrontar la realidad, reunir todas tus fuerzas para poder darle a tu hijo lo mejor. Déjame decirte que no pasa nada, es normal lo que te ocurre, pero antes que su discapacidad o su autismo es él o ella, es tu hijo, es el mismo, no ha cambiado.

Una vez recuperes tus rutinas, y lleves a tu hijo a un buen profesional (esto es lo más importante al final) verás los cambios, verás cómo tu hijo mejora y que esas dificultades que al principio eran una montaña enorme van siendo poco a poco granitos.

Y créeme no hay nada más bonito para un profesional que ver como esos chicos mejoran, cómo van siendo más felices y cómo los padres también lo son y te devuelven una sonrisa, esa es nuestra mayor recompensa.